Entre rocas, mar y esperanza, Teresa Nilo levanta a las algueras de Atacama

La vida de Teresa Nilo es un testimonio conmovedor de perseverancia y lucha en medio de desafíos constantes.

Vive en Atacama, Tercera Región, específicamente en la comuna de Freirina, en Caleta La Reina, una zona rural donde el desarrollo se ha rezagado y las necesidades básicas no están satisfechas. A pesar de estas dificultades, Teresa ha construido una familia fuerte y comprometida con el aprendizaje y la superación. Es madre de tres hijos, quienes han seguido sus propios caminos en busca de un futuro mejor. Su hijo de 37 años vive con su familia; sus hijas de 32 y 20 estudian, la menor ha tenido que instalarse en casa de su hermana, porque la universidad está en Valparaíso, lejos de su hogar.

Teresa es una destacada dirigente en su comunidad. A lo largo de los años, ha luchado incansablemente por mejorar las condiciones de vida de su gente en Caleta La Reina, a pesar de la falta de acceso a servicios básicos como agua potable y electricidad. Ha enfrentado obstáculos legales y desafíos económicos, pero su compromiso con el desarrollo de su comunidad y su deseo de aprender y empoderarse la han mantenido fuerte. En La Reina habitan aproximadamente 70 familias que viven fundamentalmente de la pesca y la extracción de algas. Muchas de ellas colocaron sus casas donde trabajaban, es decir cerca del mar, en terrenos donde no existía nada, y que luego supieron que tenían dueños. Los dueños aparecieron cuando llegaron los parques eólicos.

La caleta no tiene luz, ni agua. Los pocos proyectos comunitarios que se desarrollaron fueron gracias a la construcción de parques eólicos. Por ejemplo, uno de los parques entregó kits solares de 800 megas a las familias. Son placas solares que no satisfacen sus necesidades. Allí el agua no existe; se compra, y no es potable.
“Nunca hubo nada en esas tierras, hasta que llegaron los parques eólicos y se surgió la posibilidad de arrendar los terrenos. Ahí aparecieron propietarios. Uno no entiende por qué no los donan o venden al Estado chileno para que se puedan desarrollar comunidades como la nuestra. No hay corazón”.

En un mundo donde la igualdad de género y la inclusión son cada vez más importantes, Teresa ha sido un faro de cambio en su comunidad. Ha liderado iniciativas para empoderar a las mujeres en la alguería y otras actividades relacionadas, buscando un desarrollo más equitativo entre hombres y mujeres. Felipe, su esposo ya fallecido, era alguero. “Él era un hombre de mar, luchador; me dio una mirada distinta, por eso hoy en día soy una dirigente que busca dar un poco dignidad a mi gente”. A pesar de sentirse sola, en un lugar machista, se mantuvo firme y clara en sus principios y deseos de ayudar a desarrollar a su comunidad. Teresa asegura que, hoy en día, sus pares hombres confían en ella y la apoyan.

“Queremos un desarrollo autónomo, estar al lado del hombre, no atrás. Aprendimos de ellos, pero necesitamos cambiar la mirada hacia un desarrollo más fluido entre hombres y mujeres”.

Teresa Nilo

El duro trabajo de extraer algas

«Es harto ejercicio porque nos agachamos y nos paramos constantemente. Se recogen las algas, se tiran al hombro, se camina entre rocas y hay que hacer equilibrio para no caerse porque es muy inestable. A veces gateamos en las piedras para sacar el alga»

– Teresa Nilo

Las algueras de Atacama esperan por las marejadas para recoger las algas que estas dejan en la orilla. Pero, también hacen barreteo, es decir que caminan sobre las rocas para sacarlas.

Hay mucho trabajo cuando hay marejada, comenta Teresa, son jornadas de 12 horas que comienzan a las 7 am y terminan en la noche. En invierno aprovechan la mañana; por el frío prefieren empezar más temprano.  “Es harto ejercicio porque nos agachamos y nos paramos constantemente. Se recogen las algas, se tiran al hombro, se camina entre rocas y hay que hacer equilibrio para no caerse porque es muy inestable. A veces gateamos en las piedras para sacar el alga”.

Recorren alrededor de 3 km haciéndolo, “pero el cuerpo no da para tanto”. “No se puede dormir por los dolores, pero somos algueras, es nuestra actividad y la queremos”.

La alguería tiene temporadas buenas y malas. Por ello, si les va bien en una marejada, tienen que saber ahorrar porque pueden pasar de cuatro a 10 meses sin recursos para sobrevivir. Según Teresa, el área de manejo donde está su caleta genera lo suficiente para sobrevivir, según las cuotas que da el gobierno. Además, cuando no hay marejadas, se permite sacar peces, mariscos y locos que son productos que pueden consumir o vender, siempre y cuando no haya veda.

Las algas se venden a terceros, quienes a su vez venden a plantas comercializadoras. “Hemos tratado de hacerlo solos, pero como estamos en terrenos privados, no podemos instalar una planta”.

El nacimiento de la CONAACH ha traído esperanza a Teresa y los habitantes de la caleta La Reina.  “Somos personas vulnerables, queremos que nuestra historia trascienda a niveles nacional e internacional, que se no permita comprar esos terrenos”.

“Los algueros no somos muy bien mirados. Por lo tanto, queremos demostrar a las autoridades que somos importantes en la economía chilena, aunque no se nos haya tomado en cuenta”. Teresa es una de las voceras de la CONAACH. Se define como una mujer con hambre de conocimiento, capaz de aportar un granito de arena y de desarrollar a su comunidad para que esta pueda dejar a sus hijos y nietos un legado y sobre todo una oportunidad para su sobrevivencia.

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